martes, 2 de febrero de 2010

Mudanza

Día infernal donde los haya... Pero feliz como ninguno. Hoy por fin me he mudado a mi nueva casa. El amable taxista me ha abandonado en mitad de Chinatown porque decía que mi calle era estrecha y no se podía parar. "No es por no ir...", me ha dicho. Con aire resuelto y ganas de estamparle el taxi contra el primer carrito de comida china que encontrara, me he dirigido hacia mi portal. A pesar de que ya lo había visto ayer, por dentro es todo un mundo. Llevo pocas horas aquí, pero ya casi hasta le he cogido cariño al cochecito mugriento que hay aparcado en la entrada y a los tablones que hay apoyados contra la pared en el tercero.

Las escaleras, ese bello lugar donde partirse la crisma sin mayor miramiento, me han dejado la boca abierta dos palmos. Imposible subir las maletas por unas escaleras de pendiente 80º y cuatro dedos de ancho. Pues sí, lo he conseguido, y he decidido al hilo de mi destreza presentarme el año que viene al campeonato mundial de peso pluma.

Arriba me esperaba la señora de la limpieza, que poco más y me ha dicho: "Tú sube tranquila, que yo desde aquí te aplaudo". Qué perra. Ni se ha ofrecido... Bueno, el caso es que el piso es una pasada. Mi habitación, lo que es luz tampoco es que le sobre, pero tiene una cama enoooorme, un armario eeeennoooooorme y una mesa y una banqueta.

Inmediatamente, y sin pararme a pensar en las lesiones múltiples de espalda que podría tener (mi fisio estaría orgulloso de mí), me he bajado a comprar las cosas que me hacían falta. Juro que si quitan las señales, podría dar el pego de que vivo en China. Los carteles de las tiendas están en chino (lo único que entiendo son los números), los dependientes hablan el mismo inglés que yo cantonés, la calidad y decoración de los productos son típicos de esos lares... En fin, que tengo una mina de oro en la puerta de mi casa. Me he comprado 200.000 cosas por $12. Y entre unas cosas y otras, me ha dado tiempo hasta a perderme por mi barrio!! Y todo por 'tomar un atajo'.

Sophie, la francesa con la que comparto el piso, ha llegado un rato después con un amigo también gabacho. En lo que me he ido a mi cuarto y he vuelto, se me había llenado la casa de franceses que hablaban español. Y, aquí viene lo gracioso, también comparto piso con un italianini! Ma caro Sergio puso el listón muy alto y este, por lo visto, no parla ni parola de inglés. Tranquilos, my dear friends, Alessandro no tiene ni medio peligro.

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