sábado, 6 de febrero de 2010

Starbucks. La vida en un local

18:00 h: Incapaz de estudiar en casa, recojo mis libros y me voy al Starbucks de Spring con Crosby. Pelada de frío, entre apuntes y manuales de Economía, asisto al espectáculo de la fauna neoyorquina.

Justo delante tengo a un estrafalario hombre del mundo de la moda que le suelta un rollo sobre fotógrafos y perspectivas de futuro en la industria a una modelo bicho palo fea cual mejillón. La pobre no abre la boca porque el chico está desarrollando nuevas teorías del universo, pero parece que le toca aguantar el chaparrón si quiere aparecer en la siguiente sesión de fotos de la Cosmopolitan británica. Además, él con las orejeras puestas por encima del gorro poco puede oír.

En la mesa de su izquierda, un veinteañero con gorra y pinta de pringui acompañado de una chica en chandal de brillantina y strass, mete baza en la conversación con un comentario sobre la portada de la revista que tienen encima de la mesa. "Es que soy fotógrafo", dice orgulloso, aferrándose a lo que puede para tal vez intentar conseguir un trabajo. Nada más lejos de la realidad: el encantado de conocerse le da las gracias (dejando claro que él ha tenido algo que ver en ella) y sigue a lo suyo.

Entre las cabezas de los demás clientes veo a la pareja que no habla. Qué triste y qué común. No entiendo que la gente esté junta y no tenga nada que contarse. Despedidas frías, conversaciones vacías, miradas indiferentes.

También está el cincuentón solitario que lee el periódico; el grupo de chicas jóvenes que habla a gritos; el grupo de gays que compara el tamaño de sus manos; el chico mirando la pantalla de su ordenador con cara de concentración; los locos varios que entran, se sientan sin consumir y vuelven a salir, vuelven a entrar, usan el baño, se acercan a una mesa, miran a los que están sentados en torno a ella, escuchan un trozo de conversación y se van con las mismas.

Sigo estudiando, aunque la banalidad de la conversación del experto en moda me tiene enganchada y, de repente, un sonido me deja petrificada: el de la mesa de detrás se está cortando las uñas.

Remata la jornada de fauna local una pareja de policías. Altos, regordetes, armados hasta los dientes, apatrullando la ciudad, y su conversación... ¿Sobre la crisis, la delincuencia, la situación de las minorías en las grandes metrópolis? "No entiendo a las tías, colega". Da gusto.

1 comentario:

Dreamer dijo...

Ahora entiendo que estudies las relaciones internacionales, porque las nacionales ya veo que las calas sentada tranquilamente en el Starbucks :P Que curioso esta cafetería, porque ya sea en Manhattan o la que hay al lado del Corte Ingles de Princesa hay cada espécimen.... Me has recordado a la peli de los Nanmy Diaries de Scarlett Johanson!